Balmes 88 / El último baile

Balmes 88: El último baile / Carolina Bonfim

 

La “Enfermedad del baile” se propagó alrededor del siglo XVI entre las comunidades indígenas peruanas. Taki Unquy fue el término que le dieron los quechuas a esta práctica que consistía en utilizar el movimiento corporal como resistencia a la imposición del cristianismo: el baile era su vuelta al origen.

Imaginar aquellos cuerpos intentando volver a su cultura y recuperar su memoria mediante el baile, nos remite a las obras de Carolina Bonfim, no sólo por su relación al movimiento corporal sino por el significado que éste tenía. El trabajo de esta artista brasileña analiza los procesos de subjetivación en los que el performer se convierte en un medio para repensar el propio yo y la performance en una práctica para colectivizar paradigmas personales.

La posibilidad que ofrece la performance a los individuos de volver a ser lo que alguna vez fueron o in- cluso volver a ser lo que nunca fueron, según la idea de la conducta restaurada del teórico Richard Schechner, es explorada continuamente en el trabajo de esta artista. Incorporar los movimientos del otro mediante el ejercicio de imitación: repetir una y otra vez hasta apropiarse de lo ajeno.

Aquella sensación de resistencia de los cuerpos colonizados no es tan lejana a nuestra sensación de extrañeza y reflejo cuando nuestra memoria es desafiada y nuestra mirada enfrentada con lo ajeno, lo otro.

El espectador puede experimentar repulsión y fascinación en este reflejo, en reconocerse en aquel que emana lo que uno es. Resistirse al movimiento o arrojarse a lo desconocido son sensaciones surgidas ante la separación y reunión con lo otro y por ende consigo mismo. No estamos tan lejos, como comúnmente se piensa, de tomar la posibilidad de ser otro… o dejar que el otro sea en nosotros.

Carolina va planteando escenarios, creando situaciones y poniéndonos a prueba a través de movimientos, miradas, gestos y reacciones que permiten el intercambio y la transferencia de estos códigos entre espectador y performer, lo convierte en un juego de roles. Sin darnos cuenta vamos siendo también el performer; el ejercicio de apropiación sucede desde ambos bandos. Aquello que parecía individual se transforma en algo colectivo, expandido y expansible.

Para abordar la obra de Carolina Bonfim nuestra espera y expectativas habrán de ser cuestionadas. Tendremos que estar dispuestos a prestar nuestro cuerpo y encontrarnos reflejados en ella. Hemos de lidiar con la renuncia a la memoria corporal y con ello la incertidumbre irá tomando terreno…

En un reflejo y metáfora de la producción de esta artista, las condiciones espacio temporales que se plantean comienzan desde ya a provocar diálogo y complicidad con el otro. La incertidumbre es el pri- mer elemento al vernos enfrentados a un limitante concreto; una galería sin espacio físico. Lidiar con estas características de producción, si bien son un reto, para Carolina son un detonate, una sugerencia que permite ir más allá de los límites de lo físico que puede tomar la performance y el performer.

En esta jugada a3bandas la acción ya está aconteciendo, pero es solo a través del otro que podremos llegar a ella. Balmes 88 plantea una acción a destiempo, la experiencia corporal y performativa del otro situándolo bajo condiciones espacio temporales específicas en las que es el propio cuerpo el que ha- bita o se resiste a hacerlo; se mueve o se queda quieto.

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